Unidad Medica San Luis

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¿Cuándo ir al psicólogo?


De modo muy general, la psicología es la ciencia que estudia el comportamiento humano. Su campo de estudio se extiende desde los procesos biológicos básicos que subyacen a la conducta, hasta los fenómenos que emergen en la interacción de las personas con el contexto físico y social.

Las conductas privadas (pensamientos, emociones y otras que solo el sujeto puede observar) y las conductas manifiestas (como las expresiones faciales, los movimientos, y en general cualquier respuesta observable por terceras personas); pueden ser entendidas como un conjunto de herramientas que el individuo tiene para responder a diversos estímulos y así, satisfacer sus necesidades resolviendo adecuadamente los retos que se le presentan. En condiciones normales, dichas conductas permiten tener una vida plena; es decir, amplias posibilidades de éxito en diversos aspectos de la vida como las relaciones interpersonales o afectivas, el trabajo, la salud, el manejo del tiempo libre, etc.

Aunque el asunto es mucho más complejo y no somos partidarios del uso excesivo de metáforas, nos permitiremos recurrir a unas cuantas en reconocimiento a su utilidad para explicar algunos fenómenos complejos de manera informal. La primera, la comparación de nuestras conductas con una herramienta que todos hemos usado alguna vez; un mapa.

Un mapa es una herramienta que nos permite orientarnos y movernos a través de un territorio. Si el mapa es una buena representación del territorio que intenta describir, nos permitirá movernos eficientemente a través de él. Por el contrario, si este mapa representa cosas que no existen o si le faltan elementos, podríamos terminar recorriendo caminos sinuosos para llegar a nuestra meta o podríamos terminar justo en ese lugar que queríamos evitar por todos los medios. Del mismo modo, las creencias, hábitos, prejuicios, sesgos, pautas comunicacionales y otras conductas más o menos complejas, son “herramientas” que nos ayudan a realizar actividades de la vida diaria como relacionarnos con las personas, buscar pareja, elegir una carrera o un trabajo, definir lo que es benéfico o dañino para nuestra salud, educar a nuestros hijos o incluso aprender nuevas cosas. Cuando nuestras herramientas resultan no ser adecuadas para resolver los retos que se nos presentan en estas actividades cotidianas o cuando esperamos de ellas un resultado que no se corresponde con los resultados realmente obtenidos, estamos ante una situación para la cual, muchas veces, no tenemos más alternativas; auténticos “callejones sin salida” que nos harán sufrir en menor o mayor medida.

En esta comparación, el sufrimiento puede entenderse como una respuesta que se da ante el descubrimiento de que algún elemento de nuestro mapa, no se corresponde con la realidad.         

Afortunadamente, no nacemos con nuestras creencias, ni con la mayor parte de nuestros hábitos, más bien los aprendimos en algún momento de nuestra vida. Algunas de estas conductas las aprendimos durante nuestra infancia y de mano de las personas en las que más confiamos, situación que nos dificulta mostrar una postura crítica; después de todo, útiles o no, estas creencias y hábitos nos definen como parte de nuestra familia. Algunas otras estuvieron presentes con tanta frecuencia durante nuestro desarrollo, que nos resulta difícil siquiera imaginar que existen otras herramientas; nuestras creencias y hábitos se normalizaron hasta un punto, en el que quizá, independientemente de su utilidad, veamos como algo anormal o indeseable una conducta distinta a la nuestra. .

La atención psicológica, es una relación profesional colaborativa entre un psicólogo y su cliente en la cual; por un lado, las personas descubren cuales son aquellas herramientas que en vez de ayudar, dificultan o impiden resolver una problemática o alcanzar una meta; y por otro lado, aprenden nuevas maneras de responder a los retos y resolver los problemas.

Visto desde esta perspectiva, hay diversos momentos en nuestra vida durante los cuales resultará de gran utilidad aprender conductas más efectivas y limitar aquellas que no lo son.

  1. Prevención. Un mapa equivocado puede llevarnos por caminos sinuosos, o peor aún, hacernos creer que nos acercamos a una meta cuando en realidad nos estamos alejando de ella. Acudir con un psicólogo antes de tomar una decisión importante (p. ej. Una nueva pareja, matrimonio, cambiar de trabajo, elección de carrera, tener hijos, emprender un proyecto) o ante cambios normales en el contexto o el desarrollo individual o familiar (p. ej. Pasar de la adolescencia a la adultez, jubilarse, pasar de familia con hijos a nido vacío), pueden ser buenas oportunidades para revisar nuestro mapa y garantizar que contamos con las herramientas para evitar contratiempos o sufrimientos innecesarios. Visitar al psicólogo pondrá a prueba las herramientas que tenemos disponibles y de este modo, podremos decidir de una manera informada si es un buen momento para dar ciertos pasos o es mejor esperar y prepararse más.
  2. Ante las primeras señales de alarma. El estrés suele verse como algo muy negativo; sin embargo, esta respuesta fisiológica y su etiqueta emocional: la ansiedad, son dos herramientas muy útiles para adaptarnos de manera exitosa al ambiente. Algunos puntos de vista, muy atractivos pero poco informados, suelen centrarse en disminuir el estrés sin entender sus causas. Así, se pueden recomendar cosas tan dañinas como simplemente “aceptar”, “aprender a vivir con lo que se tiene”, “perdonar”, “ser fuerte y seguir adelante”, “disfrutar el presente” o simplemente reducir el estrés mediante técnicas de relajación, meditación, yoga o ejercicio físico. Nótese que incluso las últimas cuatro técnicas no son malas en sí mismas, por el contrario, pueden ser hábitos muy saludables. Sin embargo, usar estas “salidas fáciles” para apagar nuestra alarma natural ante las amenazas (estrés), puede derivar en que las amenazas terminen haciendo mucho daño; es como apagar la alarma de incendio, mientras el incendio se encuentra activo. Cuando empezamos a notar que nuestros niveles de estrés aumentan, es una señal de que hay una situación que tenemos que resolver o evitar adecuadamente. Ya sea un problema de pareja, sobrecarga laboral, problemas de convivencia, problemas financieros, falta de éxito en nuestros planes; el estrés se irá de manera natural una vez que evaluemos y resolvamos la amenaza. Visitar al psicólogo ante los primeros signos y síntomas de estrés, puede ayudarnos a evitar o resolver problemas de manera oportuna.
  3. Ante un problema de salud mental. A veces nuestro mapa resulta tener imprecisiones tan difíciles de observar, que nos puede hacer dar vueltas en círculos, nos lleva a destinos equivocados o que queríamos evitar a toda costa; a veces, incluso nos dificulta distinguir las señales de alarma. La desesperación de no entender que sucede con este mapa, nos puede llevar a adoptar conductas que causan un gran sufrimiento. El estrés se vuelve incontrolable incluso si recurrimos a la meditación, el yoga o la nueva técnica del gurú de la tranquilidad. Así, buscamos remedios cada vez más extremos y dañinos: drogas, alcohol, sexo desenfrenado, adrenalina, emociones fuertes a cualquier coste; cualquier cosa que nos permita olvidar un poco o animarnos a seguir adelante. Con el estrés, llega la ansiedad, la tristeza y otras emociones que nos resultan desagradables. Gradualmente, empezamos a tener conductas obsesivas, nuevos miedos, nos sentimos más irritables e intolerantes, la relación con nuestra pareja, hijos, amigos o compañeros de trabajo, empieza a volverse tensa y desagradable. Empezamos a alejarnos de aquellos hábitos o pasatiempos que nos gustaban, las cosas parecen no tener sentido… “haga lo que haga, siempre termino igual; nunca voy a lograr nada”… Empezamos a notar que dormimos más que antes y no logramos descansar, o por el contrario, empezamos a dormir poco y mal. El apetito aumenta o disminuye drásticamente, se distorsiona nuestra percepción sobre nosotros mismos y la manera como nos observan los demás. Sentimos intranquilidad con la idea de estar solos, pero parece que todo lo que hacemos nos lleva inevitablemente a ese punto. La salud empieza a mermar; nos enfermamos con más frecuencia y tardamos más en recuperarnos. Incluso, cuando no somos capaces de observar estos malestares, podríamos observar que ahora somos mucho más empáticos con el sufrimiento ajeno; empezamos a compartir frases motivacionales y esperanzadoras, nos unimos a las causas de moda y nos radicalizamos en la defensa de una idea que nos permita no pensar en nuestra situación. Somos capaces de agarrarnos a un clavo al rojo vivo con tal de sentir (o creer sentir) un poco de alivio. Nos hacemos más vulnerables a la charlatanería: brujos, chamanes, consteladores familiares, “terapeutas” bioenergéticos, regresiones a vidas pasadas; explicaciones mágicas… Cualquier cosa que nos haga creer que las cosas se solucionarán de manera rápida. En estos casos, la ayuda de un psicólogo y de un psiquiatra se hacen indispensables. Postergar su intervención, puede derivar en llevar la problemática a un punto de no retorno. 
  4. Situaciones inesperadas. Retomando la analogía del mapa, podríamos entender estas situaciones como grandes espacios en blanco en nuestro mapa: “nunca pensé que esto podría pasar o lo veía muy lejano”… La muerte de un ser querido, un accidente o problema de salud que cause un deterioro en nuestra calidad o expectativa de vida, una infidelidad; son situaciones que muchas veces vemos muy ajenas a nuestras vidas. Visitar a un psicólogo en estas situaciones, puede ayudarnos a desarrollar las herramientas necesarias para hacerles frente y de este modo, evitar que los problemas se salgan de control.
  5. Seguimiento. Cuando finalmente hemos logrado responder a los retos de manera satisfactoria, bien sea con la ayuda de un profesional de la salud mental o a gracias a la remisión espontanea (en casos de problemas leves), recuperamos la tranquilidad y la calidad de vida. ¡Genial!, pero consideremos que las herramientas que hemos desarrollado, son elementos muy nuevos en nuestro mapa. No es difícil que de vez en cuando olvidemos echar un vistazo al nuevo mapa y terminemos actuando con base en el mapa anterior que ya conocíamos de memoria. Es necesario asegurarse de que las nuevas herramientas se vuelvan una respuesta automática ante las demandas ambientales y nuevamente para este objetivo, la ayuda de un psicólogo será fundamental.


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